¿Por qué todos hablan de ‘la generación perdida’ y tú ni te enteras?

En los últimos años, se ha puesto muy de moda hablar de “la generación perdida”. Pero, ¿qué es exactamente esta misteriosa tribu de humanos desorientados que supuestamente vaga por el planeta? Y lo más importante, ¿por qué tú no sabes si perteneces o no a ella?

Empecemos por lo básico: en los medios, en redes sociales y en las sobremesas familiares, se lanzan etiquetas generacionales como si fueran caramelos. Baby boomers, millennials, generación Z, generación alfa y, por supuesto, “la generación perdida”. Pero ¿qué significa eso? ¿Un grupo de personas que se perdió en un bosque? ¿O más bien una metáfora para describir a quienes parecen estar desconectados del “progreso” social o económico?

La verdad es que el término “generación perdida” no tiene una definición universal. Se utiliza para referirse a diferentes grupos según el contexto, desde jóvenes que han sufrido crisis económicas hasta aquellos que parecen no encontrar su lugar en la sociedad actual. En el fondo, es un término que casi todos pueden reclamar en algún momento —como un club exclusivo que nadie quiere, pero al que todos temen pertenecer.

Recuerda que la historia nos ha regalado varias generaciones perdidas: después de la Primera Guerra Mundial, se usó para describir a aquellos que, desilusionados, vivían entre la nostalgia y la búsqueda de sentido. Hoy, sin embargo, parece que cada crisis trae consigo una nueva tanda de perdidos, jóvenes o no tan jóvenes, que se sienten atrapados entre la incertidumbre laboral, la explosión tecnológica y un futuro que se ve más como un laberinto que como un camino recto.

¿Recuerdas la crisis financiera de 2008? Muchos jóvenes que empezaban su vida laboral quedaron atrapados en un limbo económico. Sin empleo estable ni perspectivas claras, comenzaron a ser catalogados como “perdidos”. Pero ojo, esta etiqueta también se ha extendido a otras generaciones que, por diferentes razones, sienten que no encajan en el sistema.

Un detalle curioso: a pesar de las dificultades, algunas personas han abrazado este término con orgullo, usándolo como una insignia de autenticidad o rebeldía. Es más, en redes sociales es común ver hashtags como #GeneracionPerdida, acompañado de memes y textos irónicos que se burlan de la idea de estar “perdido” cuando en realidad están viviendo la vida a su manera, aunque sea en un piso de alquiler con WiFi inestable y sin plan de pensiones.

Esto nos lleva a pensar: ¿realmente existe esa generación perdida o es solo una construcción social para etiquetar lo que no entendemos? Porque, en realidad, la mayoría estamos navegando las mismas aguas turbulentas con distintos barcos. Algunos con yates, otros con balsas hinchables, y otros con el remo roto.

En este juego de etiquetas, es normal que te preguntes si tú también formas parte de la generación perdida. La respuesta es sencilla: si te preguntas eso, ya estás bastante conectado con la realidad, más de lo que muchos. La generación perdida, al fin y al cabo, no es un club cerrado; es una etiqueta móvil, cambiante y bastante ambigua.

Además, es curioso cómo estas etiquetas suelen ser utilizadas por medios, marcas y hasta gobiernos para segmentar audiencias o justificar políticas. “La generación perdida necesita apoyo”, “la generación perdida es el futuro”, “la generación perdida arruina todo”… Frases hechas que sirven para titulares llamativos y debates interminables, pero que a menudo dejan de lado las historias individuales y reales de quienes viven día a día.

Por eso, si alguien te pregunta si eres parte de esa generación, responde con una sonrisa y un “¿qué generación?”. Porque, al final, lo que importa es cómo vives tu presente, no la etiqueta que te quieran poner.

Y si después de todo esto sigues sin tener claro a qué generación perteneces, no te preocupes. Eso es señal de que estás demasiado ocupado haciendo tu camino para preocuparte por etiquetas.


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