Si alguna vez has sentido que alguien —o algo— te está saboteando desde dentro, no estás loco. Tranquilo, no necesitas terapia (bueno, tal vez sí, pero no es el punto). Lo que te pasa podría tener una explicación ancestral, mística y absolutamente absurda: tienes un maldito duende dentro.
Sí, un maldito duende. No uno adorable que canta en San Patricio y reparte tréboles. Uno cabrón. Uno que te esconde las llaves justo cuando vas tarde, que borra los mensajes que juras haber escrito, y que pone tu móvil en silencio justo cuando te llaman del trabajo. Ese. Ese ser infernal en miniatura que nadie ve, pero todos intuimos.
¿Qué es un «maldito duende»?
Hablemos claro: el maldito duende no es una leyenda urbana ni una criatura de cuentos de hadas. Es una entidad moderna, digitalizada y especializada en sabotaje emocional. Está más cerca de ser un error de Matrix con patas que un gnomo de jardín.
No tiene una forma concreta, pero todos lo hemos sentido. Vive en la rendija del sofá, en el segundo cajón de la cocina y en el router cuando no carga Netflix. Se alimenta de tu impaciencia, tus ganas de tirar el móvil por la ventana y esa última gota de café que no sale.
Casos clínicos de malditismo duendil
- Caso 1: Laura juraba que había guardado el archivo. Lo guardó cinco veces. Lo revisó. Lo imprimió. Pero al presentarlo… nada. Un documento en blanco con una nota que decía «Error desconocido». Maldito duende.
- Caso 2: Ramón puso el despertador. Lo comprobó tres veces. Y sin embargo, despertó dos horas tarde. ¿Se apagó solo? ¿Un fallo del sistema? ¿O un pequeño ser con ganas de ver el mundo arder?
- Caso 3: Ana no encontraba las gafas. Las buscó por toda la casa. Estaban en su cara.
Si esto no es sabotaje duendístico, no sé qué lo es.
¿Cómo identificar si estás infectado?
Hay señales claras de que tienes un maldito duende en tu vida:
- Las cosas desaparecen y reaparecen donde ya habías mirado.
- Tu móvil se cae con más frecuencia que lo normal.
- Te aparecen canciones de Camela en Spotify sin explicación.
- El corrector ortográfico te traiciona en el peor momento posible (“Te amo” en lugar de “Te llamo”).
Además, suelen hacer alianzas con otros seres malignos como el algoritmo de Instagram, el captcha que nunca reconoce los semáforos o los botones de «aceptar cookies» que cambian de lugar cada vez.
¿Se puede eliminar?
No. Spoiler: el maldito duende no se va. Aprende a vivir con él, como con los anuncios de YouTube o los grupos de WhatsApp familiares. Hay teorías que dicen que si lo ignoras, se aburre. Pero no es verdad. Le encanta que lo ignores. De hecho, es cuando más activo está.
Algunos lo intentan espantar con incienso, salvia o frases positivas como «soy suficiente» o «hoy será un gran día». Pero eso solo lo hace reír.
Convivir con tu duende
El truco es negociar. Como si fuera un compañero de piso incómodo:
- Déjale un espacio: una caja de galletas vacía, un cajón que nunca abras, o tu Dropbox.
- Háblale: dile “basta” en voz alta cuando pierdas algo.
- Dale entretenimiento: déjalo jugar con los anuncios de cookies, que se entretenga con eso mientras tú intentas vivir tu vida.
¿Y si el duende eres tú?
Es aquí cuando esto se pone oscuro. ¿Y si ese sabotaje constante no es externo? ¿Y si no es un ser maldito… sino tu propio cerebro? ¿Y si el duende eres tú en tu versión más caótica y despistada? ¿Y si la autodestrucción no es mágica sino cotidiana?
Tranquilo, no vamos a ponernos existencialistas. Solo queríamos meter un poco de paranoia para que lo pienses esta noche mientras no encuentras el mando.
Conclusión absurda (como todo en este blog)
Los malditos duendes existen. Puede que no tengan gorro verde ni acento irlandés, pero están ahí. En tu WiFi. En tu memoria RAM. En tu nevera cuando crees que había una pizza. Son reales. O no. Pero da igual, porque echarle la culpa a un ser imaginario es mil veces más divertido que admitir que eres un desastre.
Así que la próxima vez que te pase algo inexplicable, no te estreses. Respira hondo, mira al cielo y di: maldito duende.
