persona hablando a los semáforos con gesto absurdo

¿Por qué las personas le hablan a los semáforos?

¿Por qué algunas personas le hablan a los semáforos?

(Y otros rituales modernos que nadie admite hacer)

Hablar a los semáforos es uno de esos comportamientos absurdos que parecen insignificantes pero esconden mucho sobre nuestra relación con el mundo moderno. Estás parado en la calle, esperando que el semáforo cambie a verde, y de repente susurras: “vamos, tío, cambia ya”. Como si el semáforo pudiera escucharte, entenderte… o le importaras.

Este artículo repasa cinco rituales absurdos que, como este, todos hacemos y nadie admite.


🧠 1. Antropomorfismo callejero

Según la psicología, hablar a los semáforos o a objetos inanimados se llama antropomorfismo: dar rasgos humanos a cosas sin alma. Le gritas al router, le das las gracias al microones, insultas al GPS. Como si sintieran.¿Por qué algunas personas le hablan a los semáforos? (Y otros rituales modernos que nadie admite hacer)

Hay comportamientos humanos que escapan a toda lógica. Uno de los más universales es este: estás parado frente a un semáforo en rojo, no hay ni un coche a la vista, y de pronto le susurras “venga, cambia ya” como si el semáforo pudiera escucharte, entenderte… o amarte.

Y no estás solo. Millones de personas hacen exactamente lo mismo. Regañar al microondas, discutir con el GPS, suplicarle a la impresora: nuestra vida diaria está repleta de rituales absurdos que nadie reconoce pero todo el mundo hace. Hablar a los semáforos, en realidad, no es tan raro.


🤖 La necesidad de ponerle cara a lo inanimado

Los psicólogos lo llaman antropomorfismo: la tendencia humana a atribuir características humanas a objetos sin vida. Como si el WiFi pudiera estar “en huelga” o el ascensor tuviera mal día. Este instinto viene de nuestra evolución: detectar intenciones (incluso falsas) fue clave para sobrevivir. Aquí puedes ver un estudio sobre el fenómeno.

Y lo peor: lo hacemos y después lo negamos rotundamente. Pero yo sé que tú, sí tú, le pediste perdón a la puerta del coche cuando la cerraste muy fuerte.


📱 Rituales modernos que haces pero no admites

  • Mirar el móvil aunque no haya notificaciones.
    Como si fuera la nevera: sabes que no hay nada nuevo, pero lo revisas igual.
  • Pulsar varias veces el botón del semáforo creyendo que así cambia antes.
    Spoiler: no cambia. Pero tu dedo cree que sí.
  • Decir “gracias” a Siri o Alexa… y sentirte mal si no lo haces.
    Porque no quieres parecer un borde con tu asistente virtual. Educación ante todo.
  • Usar el microondas como cronómetro universal.
    “Voy a dejar esto 3 minutos… y aprovecho para cepillarme los dientes”. Resultado: ni comida ni dientes quedan bien.
  • Insultar al router como si eso mejorara la conexión.
    “¡Vamos, que solo quiero ver un vídeo de gatos!” — gritas al módem, mientras lo reinicias por sexta vez.

⌛ El ritual del clic desesperado

Un clásico moderno: cuando una página tarda más de dos segundos en cargar y empiezas a hacer clic como un poseso. Como si la fuerza de tu dedo pudiera invocar a los dioses del Internet para que todo funcione más rápido.

No sirve de nada. Pero igual lo haces. Y lo harás mañana también.


😅 ¿Es ridículo? Sí. ¿Pero también tierno? También.

Estos rituales absurdos son pequeños reflejos de nuestra humanidad. Aunque vivamos rodeados de pantallas y algoritmos, seguimos necesitando sentir que controlamos algo. Incluso si ese “algo” es gritarle a una tostadora o suplicarle a un semáforo.

Lo curioso es que muchos de estos comportamientos se repiten en todo el planeta. En Japón le sonríen al arroz antes de cocinarlo. En Alemania, hay quienes le dan tres golpecitos al volante antes de arrancar el coche. ¿Por qué? Porque sí.


📊 Si te sientes identificado, no estás solo

¿Has vuelto a abrir la nevera sabiendo que está vacía?
¿Has reiniciado el móvil “para que vaya más rápido”?
¿Has dicho “por favor” al asistente de Google?

Bienvenido. Estás oficialmente en el club de los humanos funcionales con comportamientos extraños.

💡 Y si te gustó esto, no te pierdas este artículo sobre gente que contesta “¿Quién yo?” cuando claramente son ellos.


🧩 Conclusión que no esperabas (pero sí mereces)

Vivimos rodeados de tecnología inteligente, pero seguimos actuando como si los objetos tuvieran alma. Y quizás eso no esté tan mal. Porque si algo nos une como especie, es nuestra capacidad de hacer cosas ridículas con absoluta seriedad.

Así que la próxima vez que le pidas al semáforo que se apure o le digas “gracias” al microondas por calentar bien tu pizza…

Recuerda: no estás loco. Estás vivo. Y probablemente, muy divertido.

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