Retrocedamos a 2010. Todavía tenías Messenger, los móviles se abrían con tapa y decir “selfie” sonaba a insulto. ¿Y ahora? Si te quitan el air fryer y el WhatsApp, entras en colapso.
Las cosas que hoy damos por sentadas aparecieron de golpe, como si alguien hubiese actualizado la realidad sin avisar. ¿Recuerdas cuando no existían las stories? ¿Cuando comprar por Internet era arriesgar tu tarjeta por una sudadera que venía de Uzbekistán?
Ejemplos de objetos que ahora no puedes dejar:
- Air fryer: De repente, todos descubrimos que podíamos cocinar sin aceite y sentirnos chefs sin culpa. Bendita freidora del futuro.
- WhatsApp (con notas de voz): Antes llamábamos o escribíamos. Ahora mandamos monólogos de tres minutos para decir «ok».
- Spotify: Porque tener 200 CDs ocupando espacio ya no era rentable.
- Amazon: El templo del consumo exprés. Hoy pides un cable y mañana está en tu buzón. Literalmente nadie sabe cómo lo hace.
- TikTok: De «es para adolescentes» a «llevo 3 horas viendo a un fontanero bailar con su perro».
- Google Maps: Antes tenías que saber dónde ibas. Ahora confías ciegamente en una voz que a veces quiere matarte.
Todo esto llegó sin que lo pidiéramos. Y nos lo quedamos. Porque nos resolvía cosas, porque nos hacía sentir modernos, o simplemente porque todos lo usaban. Y si no estás en lo viral, no existes.
Vivimos rodeados de cosas que no sabíamos que necesitábamos. Hemos pasado de tener una agenda de papel a no recordar ni el cumpleaños de tu madre sin que el móvil lo diga.
¿Y lo peor? Que en unos años volveremos a leer este artículo y diremos: “¿Te acuerdas de cuando usábamos WhatsApp? ¡Qué viejos!” Porque todo esto también caduca. Lo viral de hoy es el cringe de mañana.
Así que si hoy no entiendes el último trend, tranquilo. Mañana habrá otro que tampoco entenderás. Pero tu air fryer seguirá ahí. Y eso ya es algo.